A Nicasio “Kaka” Castro le encantaba participar en caimaneras de todas las disciplinas, pero prefirió el fútbol. Lo practicaba en las canchas del Colegio Domingo Savio, espacios que luego ocupó la Universidad Católica Andrés Bello, en Los Teques.
Se ha coronado en los torneos locales en múltiples oportunidades, y con el
equipo de toda su vida, El Vigía FC, representante del sector en el que creció.
Su primer maestro fue el indiscutible número 1 de nuestra región, Guido Tiberi, quien lo preparó en la grama del Instituto Preorientación, que funcionaba en donde hoy se encuentra la Estación del Metro Alí Primera.
“El viejo Tiberi era muy buen entrenador, y excelente persona. Nos
consentía mucho, nos trataba como si fuéramos sus hijos. Siempre nos daba café
y chucherías en el negocio que tenía en el Bulevar Lamas. Se llamaba Café
Deportes”, recordó.
“Kaka” exhibía aptitudes naturales, por lo que a su instructor se le hizo
muy fácil convertirlo en gran jugador. Por eso rápidamente fue llamado a
incorporarse a la selección del municipio Guaicaipuro.
Relató su participación en el Campeonato Estadal Infantil 1968, en el que
la tribu se enfrentó en la final a la oncena de Plaza.
“Los guareneros nos ganaron 4-0 el primer partido, que se disputó en su
casa, pero en el segundo, realizado en tierra tequeña, los matamos 1-0. El gol
lo marqué yo. Fue con cabezazo, aprovechando un centro que sensacionalmente, y
desde la mediacancha, ejecutó
`Chicharrón´. Fue a pocos minutos
para la finalización. Todos mis compañeros, y hasta parte del público, me
levantaron en hombros. ¡Imagínate la
emoción! Fue un momento muy feliz en mi carrera como deportista”.
Otra gran victoria la concretó con la selección categoría veteranos de El
Vigía, en choque contra el Don Bosco F.C., de Boleíta.
“Ese equipo estaba crecido, porque recién llegaba de una gira por Europa.
Claro, porque sus jugadores tenían plata y ellos mismos se costeaban los
gastos. Pero nos dimos el gusto de matarlos, en su propia casa, 2-0. Uno de los
tantos, que fue rastrero, lo marqué yo, con un fuerte derechazo. El balón se metió durísimo por el lateral.
Todo el mundo se quedó loco, porque era como un cañonazo, imposible de detener.
Pero el segundo lo marcó mi amigo Alberto Colucci, quien para mi, ha sido el
jugador más rápido en la historia del fútbol mirandino. Ese sí fue un golazo,
para sellar con broche de oro aquella gran jornada que fortaleció nuestro
gentilicio. Con ese triunfo logramos que los tequeños se sintieran orgullosos
de nosotros, y por largo tiempo”.
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