Rogelio Morante, desde niño, mostró habilidades para el motociclismo. Desafortunadamente, ya no está físicamente con nosotros. Era vecino consentido de la calle Carabobo, cerquita de la Plaza Guaicaipuro, en Los Teques, su ciudad natal.
Sus familiares cuentan que cuando tenía solo 3 años, se lanzó sobre su
velocípedo por un tobogán que había en su casa.
Se inició en el ciclismo, y la primera carrera que ganó fue una organizada
por el Liceo Miranda, en donde estudió.
Paralelamente jugaba baloncesto, voleibol, fútbol, tenis, y practicó la natación, pero lucía mucho en el beisbol, pues contaba con tremendo maestro, su papá, Armando (el viejo), uno de los fundadores de esa disciplina en la capital mirandina.
Por eso un día se presentó en su casa Eleazar Torres, de la Organización El
Vigía BBC, con la finalidad de solicitar permiso a sus padres para invitarlo a
incorporarse a los entrenamientos, y la propuesta fue aceptada.
Era buen pitcher y antesalista, habilidades que contribuyeron para que en
la primera temporada, la 1962-1963, su novena ganara el campeonato categoría
infantil, de la Liga Municipal de Beisbol Menor.
Pero definitivamente, la mayor pasión de Rogelio era la velocidad. Recién
cumplidos los 14 años, cuando ya exhibía cualidades de los mejores pilotos, se
compra su primera moto, una Yamaha enduro azul, de 50 cc.
Al principio participaba en pruebas de motocross, por las montañas de los
Altos Mirandinos, luego de 10 años se pasó al motociclismo de velocidad,
especialidad en la que destacó en cientos de carreras, con el apoyo financiero
de un gran amigo, Luciano Di Genaro, quien le pagó la mitad de una poderosa
moto Yahama 125 cc.
Una vez deseó tomar parte en la prestigiosa carrera Las Dos Horas de
Turagua, pero aún no tenía la edad requerida, por eso, para poder inscribirse,
empleó el nombre de su mecánico, Raúl “Kennedy” Domínguez.
Se dio la largada, y a pesar de la ventaja que cedió en edad, así como en
experiencia, se escapó en la punta para no cederla hasta ser declarado
vencedor.
Varios amigos le reconocieron sus méritos el 13 de agosto de 1989, a solo 5
años de su fallecimiento, colocándole su nombre al Crossódromo de La Fragua, en
San Antonio de los Altos, municipio Los Salias.
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